“El aquí y el ahora”

¿Por qué tenemos miedo a hablar en público? ¿Por qué personas con facilidad de palabra titubean cuando se enfrentan a una concurrencia? El temor a hacer el ridículo, la sensación de inferioridad o la falta de seguridad en uno mismo son algunas de las causas que lastran las aspiraciones del emprendedor.

Pero, ¿podemos controlar nuestra desconfianza?

La coworker y community manager Natalia Bravo nos da las claves para superar las trabas de la comunicación multitudinaria en una distendida y valiosa sesión práctica con vocación de continuidad.

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La necesidad de dominar una serie de destrezas relativas al acto de habla colectiva alcanza una importancia mayúscula cuando profundizamos en el terreno profesional. Un obstáculo que, una vez derribado, nos permitirá lucir una inmejorable tarjeta de presentación. Ya no se trata solo de trasmitir firmemente una idea. Las exigencias laborales nos obligan, cada vez con mayor frecuencia, a ser capaces de expresar con claridad un mensaje. En resumidas cuentas, a proyectar confianza con cada una de nuestras palabras, a través de todo nuestro repertorio de gestos y de miradas. Su dominio acarreará beneficios inmediatos. Expresarnos con eficacia delante de cualquier tipo de audiencia enriquece nuestro repertorio de habilidades sociales, lo que acaba por favorecer a nuestro propio desarrollo personal. Para llegar a buen puerto en el propósito de expandir nuestra idea a partir de una técnica infalible, resultarán fundamentales el entrenamiento y la práctica constante.

Antes de pasar a la sección práctica del taller, nuestra ponente redunda en un concepto de vital trascendencia: el aquí y el ahora. Para Natalia Bravo un buen orador debe controlar el momento y aparcar las situaciones personales a lo largo de toda su intervención. Aislarse del mundo y concentrarse en su labor comunicativa. Olvidar el exterior y derribar los bloqueos emocionales. Sin respetar el principio de abstracción resultará imposible despertar el interés de nuestro público. Sentados los cimientos, todavía nos queda pendiente fortalecer el mensaje. Involucrar a toda una audiencia no es trabajo sencillo; precisa de poner en práctica todo un catálogo de pasos encaminados en convertirnos en el centro de atención. El primero de ellos será nuestra actitud. Una puesta en escena pasiva es sinónimo de aburrimiento y desapego; sin embargo, una disposición activa nos ayudará a estimular al público y a conectar con sus inquietudes, de manera que estaremos contribuyendo a ganarnos su disposición de forma instantánea.

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Otros recursos corporales, capaces de generar una sensación de seguridad y confort en nosotros mismos, reforzarán nuestra labor durante toda la ponencia: el control de la gestualidad, el posicionamiento correcto de las manos y el cuerpo y un permanente contacto visual paliarán en buena medida las dudas, las miradas perdidas y los balbuceos. Sin olvidar el dominio espacial. Normalmente, hablar en público significa enfrentarnos a los asistentes en un espacio abierto. Es por ello que cubrir el máximo de la amplitud del lugar disponible a nuestro alrededor, evitando escondernos de nosotros mismos, será un rasgo de indudable confianza. Con firmeza y empatía, sin caer en el exceso de vergüenza o agresividad.

Por último, la herramienta por excelencia de la comunicación oral: la voz. Una buena respiración será indispensable para lograr relajarnos, mientras que un trabajo previo para potenciar la destreza de proyectar y modular la voz dotará a nuestro discurso de un atractivo mayor.

¿Estás preparado para hablar en público?

En PBC Coworking encontrarás a tu principal aliado.

Artículo escrito por Raúl Navarro Valiente:

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Raúl Navarro Valiente